Las relaciones de pareja, sus diferencias y su conflictiva
Las relaciones de pareja, sus diferencias y su conflictiva
Psic. Sofia Mann
Muchas parejas comienzan su vida como tal sin conocer verdaderamente al ser amado, como si esto no fuera un aspecto importante al momento de elegir con quien compartir su vida.
En un inicio esto no pesa en la relación, pero al enfrentar el primer conflicto de pareja y darse cuenta de que ambos no comparten intereses, formas de pensar, expectativas y visión de vida; el simple conflicto se ve transformado en una verdadera crisis de la cual muy pocas parejas pueden salir avante. Y después de un tiempo de la separación se preguntan qué paso?, por qué terminaron tan mal por un simple conflicto?
En muchas ocasiones los miembros de la pareja viven como juntos, sin darse cuenta de que no forman parte de una relación; sino que han creado solo un escenario de intercambio de roles y en tanto cada parte cumpla con lo que le corresponde, la paz y la armonía pueden reinar en el hogar.
Una premisa de la que tenemos que partir, y en la que en el presente escrito pretendemos profundizar es que MUJERES Y HOMBRES NO SOMOS IGUALES. No comprendo la necesidad constante de hablar de nuestra igualdad de circunstancias cuando es un hecho que ni física, ni mental, ni emocional, ni laboral, ni sexualmente somos iguales. Nuestro cerebro y los patrones preconcebidos de comportamiento funcionan por completo de maneras diferentes y es precisamente esta diferencia la que es la base de los conflictos presentados en la vida de pareja.
En las mujeres, el hemisferio izquierdo se desarrolla mucho más rápido, por lo que las mujeres hablamos a más temprana edad y nuestras habilidades de comunicación son mayores que en los hombres. El cerebro de los hombres está mucho más desarrollado en habilidades viso espaciales a corta y larga distancia y habilidades de movimiento y actividad deportiva.
En el área hormonal tenemos a la testosterona contra el estrógeno. La testosterona, hormona masculina por excelencia; está relacionada con el éxito y la competitividad además de la agresión y la violencia cuando no se consigue el control de las emociones.
A las mujeres nos tocó el estrógeno, hormona de efectos calmantes que nos hace sentir satisfacción y felicidad. Con los años, los niveles de testosterona en los hombres baja y en las mujeres va elevándose haciéndonos más fuertes y seguras. Las hormonas no solo influyen en nuestro cuerpo sino que manejan nuestro cerebro.
Aunado a esta diferencia en la estructura y desarrollo cerebral y hormonal, se encuentra nuestra forma tan diferente de percibir y elaborar los estímulos que llegan del exterior. La capacidad sensorial de los hombres se rige bajo las reglas de la lógica y la practicidad; mientras que las mujeres captamos los mensajes verbales, visuales y corporales.
El cerebro masculino está programado para reaccionar ante sonidos que conlleven movimiento y tienen un gran sentido espacial. Las mujeres podemos diferenciar los cambios emocionales en una persona por el cambio en el tono de su voz.
Un aspecto de vital importancia en estas diferencias de género son los roles preconcebidos por hombres y mujeres en cuanto a la relación de pareja. La identidad masculina se ha definido en torno al poder, el éxito, el dinero y su gran fortaleza. El hombre ha sido educado por familia y sociedad para actuar reparar y solucionar. Aun en nuestros días, con todo y la liberación femenina; las mujeres seguimos esperando inconscientemente que nuestros hombres se acerquen lo más posible a esa imagen preconcebida de príncipe azul y los hombres viven intentando llenar estos requisitos.
Con estas expectativas se les ha cuartado el derecho de expresarse con libertad. Su identidad masculina está restringida en el área emocional; lo que se les exige para una buena actuación en sociedad es el poder y la competencia.
El hecho de que los hombres sean competitivos, orgullosos, orientados a conseguir el éxito, el status y el poder; se debe a la estructura cerebral, hormonal y a un proceso de socialización que lo distancia mucho del modo de actuar y pensar de las mujeres; quienes por otro lado, hemos sido educadas para construir relaciones, compartir, lograr armonía en nuestro interior y en nuestro entorno.
Con los roles establecidos para hombres y mujeres por la sociedad, se generaron patrones de comportamiento esperado, donde los hombres eran los activos, seguros, conquistadores, proveedores, inteligentes y hasta un tanto agresivos; mientras que a las mujeres se les asignó un papel de pasivas, atractivas, débiles, dependientes y sumisas.
LA DEBILIDAD FEMENINA Y LA FORTALEZA MASCULINA (AMBAS IDEAS PRECONCEBIDAS) SON LA BASE DE LA REPRESIÓN SEXUAL EN LA MUJER Y LA REPRESIÓN EMOCIONAL EN LOS HOMBRES.
Con los cambios que la imagen de la mujer ha sufrido en la actualidad, la idea de igualdad de sexos, y la equidad en cuanto a los derechos ante la sociedad y lo laboral; los hombres en este momento, no comprenden como es que perdieron su reinado; no encuentran como vivir en un mundo donde ya no son el centro de atención de las mujeres. Deben reinventar su masculinidad; así como las mujeres su femineidad.
Para hacer frente a esta nueva concepción de los sexos, debemos entender que para las mujeres, en su mayoría, la vida gira en torno a lo estético, lo emocional, lo relacional y el diálogo. Para los hombres por su parte, no hay cabida para las emociones ya que estas son muestra de debilidad, por lo que las transforman en rabia y orgullo. Esta es la base del conflicto en las relaciones entre dos seres tan diferentes.
Tanto hombres como mujeres deben lidiar con sus diferencias para poder tener como resultado una verdadera relación de pareja y no simplemente un intercambio de roles.
Un factor social de vital importancia en la mente masculina es el éxito laboral. Tener o no tener y ser o no ser un hombre equivale a lo mismo en la mente masculina.
Muchos hombres se esfuerzan trabajando hasta el punto del abandono emocional de sus parejas y familia y no entienden cuando ellas se los reclaman. Creen que trabajando y siendo grandes proveedores económicos, es la mejor forma de demostrar su amor hacia su pareja. Las mismas mujeres hemos alimentado esta cultura que obliga al hombre a buscar su identidad por medio de logros. Si las mujeres hemos sido objetos sexuales para los hombres, ellos han sido objetos económicos ante los ojos femeninos.
Un hombre es lo que hace; y para ellos el fracaso en el ámbito laboral significa no tener con qué mantener a sus seres queridos y al mismo tiempo “confirmar” que como personas “no valen nada”. La misma cultura, sociedad y familia los obliga a reprimir sus emociones de miedo, frustración, estrés o incertidumbre de no poder alcanzar las expectativas depositadas en ellos y no mostrarse a la altura de las circunstancias. Esto es transmitido de generación en generación de padres a hijos y, a su vez, es reforzado por las mujeres de la misma familia.
Con este peso bajo sus hombros y con la premisa de cumplir con el papel establecido de proveedores exitosos, el hombre en la cultura occidental ha aprendido a descalificar las emociones porque los debilitan a la hora de tomar decisiones importantes. Se han convertido en seres actuantes y no dialogantes; mientras que las mujeres, en su papel de personaje de contención emocional en la familia, busca un compañero con el cual poder “dialogar”, compartir, sentirse escuchada y valorada como persona.
Para las mujeres, la base de sus relaciones de pareja se centra en el diálogo, la conversación. Aunado a nuestra estructura cerebral diferente, las hormonas juegan nuevamente un papel importante en este aspecto. Varios estudios demuestran una clara relación entre el estrógeno y nuestra facilidad para hablar y exponer las ideas.
Las mujeres pensamos hablando, solucionamos los problemas hablando, nos relacionamos hablando y nos conectamos hablando. Para nosotras es fácil solucionar en voz alta, mientras que ellos procesan internamente. Cuando una mujer guarda silencio es por tristeza, depresión o incluso como forma de “castigo” para hacerles ver que estamos enfadadas; mientras que para el hombre el silencio representa un descanso ante el estrés o la búsqueda de soluciones ante conflictos o dilemas.
EL ERROR MAS GRANDE QUE HEMOS COMETIDO HOMBRES Y MUJERES A LA HORA DE COMUNICARNOS ES PENSAR QUE CADA UNO DEBERÍA SENTIR O REACCIONAR COMO LO HACE EL OTRO.
Mucha es la bibliografía acerca de cómo establecer una conversación empática y asertiva con nuestras parejas o demás familiares; pero si no tomamos en cuenta esta premisa diferencial, de nada servirán estos consejos o pasos a seguir para comunicarnos. Volvemos al punto de inicio NO SOMOS IGUALES. En una discusión las mujeres guardamos silencio porque nos sentimos heridas; ellos lo hacen muchas veces porque son incapaces de compartir sus preocupaciones, lo que nos hace sentir despojadas e incapaces de cumplir con nuestro papel de confidentes. Sin embargo, esta actitud tan masculina no tiene nada que ver con nosotras…
Otro punto de diferencia es la representación que tiene el matrimonio en la sociedad en la que nos hemos desarrollado y su repercusión en nuestras propias expectativas. Un hombre puede ser feliz, productivo y socialmente activo sin una mujer, a las mujeres se nos ha dicho que sin los hombres no somos nada. A los hombres el matrimonio llego a resolverles cuestiones prácticas, para las mujeres el matrimonio les resolvió su existencia y las definió como mujeres ante la sociedad.
Hoy en día las cosas han cambiado, la liberación femenina no solo liberó a la mujer de esta concepción; también se dio a la tarea de desterrar la represión sexual femenina. Los hombres en la actualidad se sienten confundidos ya que se les quitó su papel principal como proveedores y protectores de la mujer en todos los sentidos. Esta confusión ha dañado las relaciones ya que un hombre no se siente admirado ni NECESITADO por su pareja y si esta sensación es reforzada por la mujer, el resultado es que el hombre se encierra en sí mismo, no se encuentra a la altura de las circunstancia y reacciona con la temida rabia y orgullo. Se aleja aun más emocionalmente, no comparte sus miedos ni sus angustias y actúa como si nada estuviera pasando y la indiferencia de su mujer no le importara.
Por su parte, ante la fortaleza que hoy en día la sociedad otorga a la liberación femenina, la mujer no mide las consecuencias de dicha liberación y considera que al lograr cierta independencia, puede enfrentarse a la vida sola, sin necesidad de una pareja. Sin embargo, sus necesidades emocionales siguen allí, por más liberadas y autónomas que nos sintamos. La mujer busca y NECESITA de la comprensión de su pareja, del cuidado de la misma. Nos hace falta sentirnos escuchadas y que nos den la tranquilidad de saber que somos amadas.
Un factor de gran importancia en la diferenciación de pareja es la sexualidad y la capacidad de generar intimidad con el ser amado. Por su estructura biológica, psicológica y fisiológica los hombres pueden sostener relaciones sexuales en casi cualquier circunstancia; cosa que no ocurre con las mujeres que debemos de estar más conectadas con la situación y debemos de tener el componente de amor para lograr avanzar en el área de intimidad de pareja. Por años y años de cultura y educación la actuación sexual del varón es parte de su identidad y hombría. Cualquier cosa que atente contra su actuación sexual se convierte en un ataque a su ego. Por el contrario, una mujer que vive una relación que le interesa, con la cual se encuentra comprometida, no puede llegar a la intimidad con su pareja si hay algo que le moleste o que no haya quedado solucionado.
Esto puede ser interpretado por el hombre como una falta de interés hacia él o una mala actuación sexual de su parte; sin embargo, no tiene nada que ver con eso. La mujer que se siente amada y escuchada despierta su lado sexual por sí solo. Cada paso que de la pareja hacia la conversación, el diálogo, y el entendimiento darán como resultado una intimidad más afianzada y confiada.
Definitivamente toda esta diferenciación no ayuda mucho a mantener una relación de pareja hoy en día. La falta de comprensión, la baja tolerancia a las diferencias y a las frustraciones que conllevan las mismas, la falta de sumisión, la incapacidad de ceder ante situaciones adversas y sobre todo, la falta al culto de la institución matrimonial o la vida en pareja, empeora el panorama considerablemente y hace que las parejas sean menos capaces de enfrentar las crisis de conlleva el vivir juntos.
En una sociedad saturada de logros materiales, los hombres se presionan por ser los más ricos, los mejores líderes, los mejores amantes, los más grandes proveedores. La competencia y el culto al poder que reinan en la sociedad los hace más conscientes de sus debilidades, convirtiéndolos en seres más agresivos y alejados del lado sentimental que tienen y al que tanto huyen. Los hombres deben dejar de lado su sensación de vulnerabilidad y su miedo a mostrarse tal cual son. En realidad esa es la única y verdadera herramienta para lidiar con la ya conocida y muy temida liberación femenina.
En lugar de sentirse amenazados por el éxito de sus parejas deben de buscar en su interior qué es lo que ellos ofrecen, saber que la perfección no existe en ningún ser humano y que sus mujeres, lejos de buscarla, buscan sentirse comprendidas, escuchadas y amadas por ellos.
Esta nueva sociedad debe, para relacionarse, despojarse del machismo ancestral que envolvió la imagen de los hombres y de la eterna sumisión adjudicada a las mujeres y dar paso a nuevas formas de femineidad y masculinidad para obtener como resultado una verdadera relación de pareja.
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